Harta de trabajar
y ahora a casa,
a continuar la jornada
poniendo la colada.
Exhausta y cansada,
toda la vida encerrada
en la esclavitud diaria
de jornadas maratonianas.
Entre sartenes y cacerolas
una no vive nada,
quemando su vida
sin ser disfrutada.
Limpia y trabaja,
que continua la jornada
arrancando la belleza,
de viejas ollas quemadas.
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Invisible.