Las agujas se detuvieron a las diez y dieciocho,
nunca más avanzaron su periplo
por la esfera del viejo cronógrafo,
ni delinearon la circunferencia
medida por las horas,
nunca más midieron el tiempo
que contaba momentos felices.
Permanecía estático,
como un objeto inanimado,
que yacía suspendido en el vacío.
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