¡Fijate!,
que mayor eres
y como has crecido,
¡ya no eres un niño!.
Me acuerdo,
cuando te cogí entre mis brazos
y te mecía la cuna
para calmar tus llantos.
Cuando te hacías daño
venías corriendo,
buscando consuelo
entre mis abrazos.
Y ahora que eres adulto
me ofreces el brazo,
para que descanse mi mano,
este viejo anciano.
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Invisible.