Frotan las prendas desgastadas,
viejas y usadas,
en el agua helada
como cada mañana
con jabón de sosa cáustica.
Con la piel desgastada
del agua y el jabón,
lavan sus penas
al ritmo de la conversación,
único momento de distracción.
Continuando las labores
tienden la ropa,
en el oxidado alambre
en plena calle,
con pinzas de madera.
En las casas aguarda la comida
cociendo a fuego lento,
en la cocina de carbón,
en ollas de hierro
y con embutido casero.
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