El egoísmo marca los pensamientos
y la actitud repercute en los actos
que actúan con egolatría
a imagen de los deseos,
sin pensar en los que queremos
dejando un profundo vacío
llena de insatisfacción el corazón,
castigando al cuerpo con un profundo dolor.
El entorno empequeñece
y la visión de la realidad frustra los deseos
agriando los caprichos
que satisfacen la vanidad,
hundiendo en una profunda soledad al egoísta,
que entiende que lo que quiere no le complace
porque quiere al que intenta agradarle.
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