Oviedo

De gris plomizo se tiñe la mañana entre las melancólicas calles tintadas por el color del ladrillo, con el ruido de fondo de ladridos y pasos.

Caminando con paso vacilante un anciano pasea entre las montañas de asfalto, engullido por el mobiliario urbano y la soledad del gentío.

Las baldosas alineadas van dibujando el suelo de la ciudad en perfecta armonía, con el casco histórico y los monumentos.

Salpicando calles y plazas las esculturas cuentan la historia de la ciudad, marcado por el esplendor de una época olvidada.

La música endulza el ambiente triste y apático al son del himno de Asturias, emitido por el replicar de las campanas de la pequeña catedral, icono de Oviedo que se esconde entre los modernos edificios, dando elegancia y señorío a los ovetenses.

Y la plaza del Fontán la historia en consonancia con arcos y columnas, describen una época de cultura donde grandes escritores, fraguaban sus obras maestras. El aroma a café y pan recién hecho inunda e embriaga a los transeúntes, mientras ensimismados en tan singular escenario, se representa en este cuadro de Humberto Alonso la obra de sus vidas.


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