Épocas pasadas juzgaron a los hombres y sentenciaron sus vidas, condenados por sus egoísmos, sepultados por sus vanidades.
Deseaban lo ajeno, querían lo prohibido, admiraban lo de otros sin apreciar lo que tenían hipotecando sus vidas y lo de los suyos por algo que tenían pero que anhelaban.
Cambiaron lo decente por lo injusto, al honrado por el criminal y a la codicia por el amor de los hijos inclinando la balanza al lado de la culpa.
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