Ando con la mirada perdida en el horizonte y ante mi las montañas envueltas en su manto blanco, reluciente al sol con majestuosa elegancia.
El gélido viento azota mi rostro y mi cuerpo se estremece del frío con el acompasado tintinear de mis dientes, que anuncian la llegada del crudo invierno.
Con vacilante caminar y un dolor agudo en la zona lumbar hace que ande encogido, con el único pensamiento de llegar pronto a casa, donde el calor del hogar reconfortara mi cuerpo, sosegando el alma.
Un caldo caliente y el calor de la estufa hacen que recobre la movilidad de mi cuerpo entumecido, por las inclemencias del invierno.
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