El hombre moderno es aquel que no oculta sus sentimientos, que desnuda su alma al mundo y se hace transparente.
La brutalidad, los alardes de fuerza ya no son necesarios, son cambiados por la delicadeza, fragilidad al mostrarse tal y como son.
El lenguaje soez, beber sin moderación, fumar con la intención de crecerse no es necesario, la persona es lo que cuenta.
La ignorancia es convertida en cultura y la brutalidad en arte, la estupidez se convierte en agudeza mental, la inconstancia y el desden en trabajo, crecimiento personal.
Lo malo, perjudicial pasa por ser positivo y enriquecedor.
El hombre seguro de si mismo renuncia a la brutalidad, porque dispone de las herramientas de la compresión y el auto control, apoyados por el dialogo que le da confianza.
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